Las nuevas políticas económicas: estancamiento, inflación, endeudamiento
Entre 1950 y el inicio de la década de 1980 América Latina adoptó un modelo basado en la industrialización como motor principal del crecimiento. Hubo sin embargo énfasis diferentes a lo largo de este período así como diferencias por países y por regiones en cuanto a las políticas, sus instrumentos y sus resultados. En términos generales, se registra una fase de crecimiento sostenido. Algunos países lograron resultados mejores que los de India o China, países que hoy son grandes potencias económicas a escala mundial. En 1950, la economía argentina era la más grande de la región pero luego fue superada por Brasil el cual, al llegar al inicio de los ‘80 tenía un PBI que equivalía casi a tres cuartas partes del correspondiente al Reino Unido. México tuvo un crecimiento semejante y hacia 1990 México y Brasil unidos representaban tres quintos del PBI latinoamericano. En ese mismo año, la producción argentina representaba sólo un tercio de la brasileña y la mitad de la mexicana.
Este crecimiento produjo una transformación de la estructura productiva, con un descenso significativo de la participación de la agricultura en el PBI. Paralelamente, hubo un aumento significativo de la participación del sector manufacturero. Estos cambios fueron especialmente visibles en los países de rápido crecimiento como Brasil o México mientras en otros la participación de la agricultura siguió siendo alta. Esta realidad era parcialmente resultado de las perspectivas pesimistas para las exportaciones tradicionales de productos básicos durante este período: un ambicioso programa de industrialización aparecía como la estrategia adecuada. Por otra parte, en algunos países se contaba con una acumulación previa de capital que permitía las inversiones en la industria. En dos países, Brasil y Colombia, no es casual que los polos de desarrollo industrial hayan coincidido con las respectivas regiones cafeteras de San Pablo y Antioquia y capital, Medellín. La otra fuente de inversiones procedía de la inversión extranjera directa. Todo ello resultó en que en los años 60 avanzó la diversificación del comercio de América Latina con el crecimiento de las exportaciones manufactureras en aquellos países donde el proceso de industrialización fue más firme.
En otros países, a finales de los años 50, se experimentaron problemas con el desarrollo industrial, mientras se acentuaban el desempleo y la pobreza. Por otra parte, el lento crecimiento de las exportaciones provocó restricciones en la disponibilidad de divisas para importar insumos, materias primas y maquinaria necesarios para la industria. El débil crecimiento en el volumen de las exportaciones se combinó con el deterioro en los términos de intercambio. Varios productos básicos de exportación como el café, el azúcar y el algodón sufrieron fuertes fluctuaciones. A ese cuadro se añadía el tamaño demasiado pequeño de los mercados interiores de muchos países. Este último factor llevó a diseñar los primeros grupos sub-regionales de integración que serán examinados más adelante.
El escaso desarrollo de las exportaciones llevó a muchos países a apelar al endeudamiento para financiar el déficit y varios planes de inversión en infraestructura. En algunos casos, el endeudamiento excesivo se tradujo en inflación y con ella llegaron los planes de estabilización recomendados por el FMI. Como los países se vieron forzados a apelar a la asistencia del organismo multilateral, tuvieron también que aceptar sus condiciones las cuales se tradujeron en la adopción de una conjunto de políticas dirigidas a estabilizar precios y tasa de cambio. En ese proceso se origina un debate muy fuerte entre el pensamiento estructuralista, representado en la CEPAL, y los ortodoxos y monetaristas. Los primeros sostuvieron que las políticas recomendadas por el FMI se traducirían en la reducción de la inversión y provocarían como resultado el retroceso en el proceso de industrialización. Los segundos consideraban que la estabilidad monetaria era prioritaria sobre el desarrollo industrial.
A partir de ese debate luego se volvió un lugar común en los medios académicos y en la prensa hablar de la crisis del modelo ISI aunque faltaron las evaluaciones cuidadosas. Un reciente estudio de la CEPAL expuesto por el economista e historiador José Antonio Ocampo revela que las reformas estructurales impulsadas desde finales de los 80 no se tradujeron en un desempeño mejor que el alcanzado con el modelo ISI. Así, un balance primario de esta parte establece que el modelo ISI produjo entonces algunos resultados positivos, al menos en términos de crecimiento. Pero además, un modelo económico es algo más que cuadros y cifras: tiene que ver con impactos sociales precisos y en ese sentido se anotan en el haber del proceso de los años 50-80 varios logros importantes en términos de desarrollo urbano, expansión de la educación y ampliación de la cobertura en salud que siempre se han considerado asociados con los procesos de urbanización. América Latina se desruralizó durante ese período, disminuyó las tasas de analfabetismo y mejoró los indicadores de salud, se extendió la red de comunicaciones por carretera y por avión y regiones antes aisladas no sólo del mercado mundial sino de sus propios centros económicos a escala nacional quedaron integrados en circuitos activos.
De 1973 a 1982, cuando se inicia la crisis de la deuda y la llamada “década perdida” América Latina vivió el impacto de los ciclos económicos mundiales. En primer término, la crisis internacional originada en el alza de precios del petróleo en 1973 que tuvo efectos diferenciados en los países según ellos fueran exportadores o importadores de petróleo. Entre los primeros, se situaban México, Venezuela y Ecuador que eran miembros de la OPEP. Mientras los países centroamericanos negociaron con ellos un tratamiento preferencial, las dictaduras del Cono Sur, hostiles por razones ideológicas a la organización petrolera, se abstuvieron y prefirieron que sus países pagaran los costos.
El impacto de la crisis de 1973 tuvo que ver con lo siguiente: los precios internacionales del petróleo se multiplicaron por tres. Era la primera vez que un grupo de países en desarrollo desafiaba al mundo desarrollado. Sin embargo, uno de los resultados fue que el alza en los precios del petróleo originó una redistribución del ingreso mundial y una concentración de fondos en los grandes centros financieros del mundo. Este hecho posibilitó que los países en vías de desarrollo encontraran una coyuntura excepcional de liquidez en los mercados financieros. Como resultado, la deuda externa de los países latinoamericanos creció. Para decirlo en los términos de la historiadora de la economía Rosemary Thorp, los “países latinoamericanos se habían endeudado más de lo sostenible y los bancos internacionales habían prestado bastante por encima de un nivel razonable de riesgo,” Cuando México suspendió el servicio de su deuda externa desencadenó una espiral de graves consecuencias para las sociedades latinoamericanas que tuvieron que experimentar los efectos de los planes de ajuste estructural y refinanciación de la deuda.
ANEP. HISTORIA DE MEDIO SIGLO