La Guerra Fría fue un conflicto de orden mundial entre Estados Unidos y la
Unión Soviética. Estos países en el transcurso del siglo XX se instalaron
en la cúspide del poder, alcanzando ambos la categoría de superpotencias.
Tradicionalmente se considera que este peculiar conflicto tuvo su punto de
partida tras la Segunda Guerra Mundial, una vez que los dos principales
vencedores no lograron compatibilizar sus tan disímiles puntos de vista
respecto de los destinos que habrían de seguir los territorios que habían sido
asolados por la guerra. Sin embargo, no es posible comprender el conflicto
suscitado entre Estados Unidos y la Unión Soviética a partir de 1945, si no se
tiene presente el origen de las desavenencias entre ambas entidades políticas,
es decir, el año 1917, cuando se produjo la Revolución Bolchevique en Rusia. A
partir de este momento el comunismo se presenta como una seria alternativa
frente al capitalismo.
La Guerra Fría fue una lucha que
alcanzó su concreción máxima, una vez que ambas entidades políticas -EEUU y
URSS- se instalaron en la cúspide del escenario internacional, quedando frente
a frente en mitad del continente Europeo; allí, hasta donde sus ejércitos
habían logrado llegar en la arremetida contra las tropas nazis. Desde esta
perspectiva, la Segunda Guerra Mundial sólo vino a constituir el último paso
que hizo de la Guerra Fría un conflicto de orden mundial. Así, la alianza
forjada entre la Unión Soviética y los países occidentales a partir de 1941,
sólo habría significado un paréntesis en la historia de la Guerra Fría. Como
señala el historiador británico, Eric Hobsbawm, la Alianza de Guerra contra
Hitler constituyó un hecho insólito y temporal, y a la vez “un proceso paradójico,
pues durante la mayor parte del siglo, excepto en el breve período de
antifascismo, las relaciones entre el capitalismo y el comunismo se
caracterizaron por un antagonismo irreconciliable”. En efecto, esto último es
clave para comprender los acontecimientos que se suscitaron tras el fin de la
guerra. Aquella “insólita alianza” no logró sobrevivir una vez que el enemigo
común había sido derrotado. De la guerra no salió un mundo unido, sino uno
bipolar. A partir de 1945 la victoria había hecho desaparecer el único lazo que
unía a los aliados. Tras la Guerra se encontraron frente a frente dos
sistemas opuestos de organización de recursos, el Socialismo y el Capitalismo.
La Guerra Fría se manifestó inicialmente en Europa, donde se produjeron las
primeras fricciones entre las dos superpotencias, no obstante, pronto cada
una aceptó, tácitamente, la esfera de influencia de su oponente y así se
estabilizó, o más bien se congeló la división de Europa durante todo el período
que abarca la Guerra Fría, desde 1945 hasta 1989-1991. Este último factor
fue la causa para que la Guerra Fría se extendiera hacia la periferia,
especialmente, a aquellos lugares donde la delimitación de las influencias aún
no estaba definida. Como ejemplo crucial se encuentra Asia, con la excepción de
Japón, que tras su derrota pasó a ser controlada exclusivamente por Estados
Unidos.
La Guerra Fría fue un conflicto global de carácter económico, político,
ideológico y cultural entre dos bloques antagónicos, liderados por Estados
Unidos y por la URSS. Tal conflicto mantuvo un estado permanente de tensión
internacional; la confrontación este-oeste no fue directa, sino que se hizo a
través de terceros países.
Entre las principales características de este conflicto podemos consignar las
siguientes:
– Insolubles diferencias de los modelos políticos y económicos auspiciados por
cada uno de los contendientes (capitalismo y democracia liberal v/s socialismo
y democracia popular)
– Manifestación de las hostilidades a partir del apoyo económico y militar a
terceros países.
– Peligro atómico como factor fundamental para no arriesgarse a sostener una
guerra directa.
Crisis y
colapso de la URSS: fin de la Guerra Fría
Si bien es cierto, el fin de la Guerra Fría fue confirmado durante la
presidencia de George Bush en Estados Unidos, el proceso que condujo al fin de
este conflicto estuvo liderado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov. A George
Bush sólo le correspondió presenciar la estocada final de la Guerra Fría. Al
principio de su mandato se derrumbó el comunismo en Europa del Este (1989) y se
desintegró la Unión Soviética (1991), estos dos hechos confirmaron de forma
innegable el fin de la Guerra Fría.
No obstante, el proceso que condujo al fin de la Guerra Fría tuvo como
principales protagonistas a Ronald Reagan y Mijaíl Gorvachov. Como señala Henry
Kissinger, ambos mandatarios estaban convencidos de la victoria del propio
bando. No obstante, el primero comprendió bien las fuentes de su sociedad,
mientras que Gorvachov precipitó la caída de su sistema al exigir una reforma
para la cual no estaba preparado.
La Guerra Fría llegó a su fin, esencialmente, por dos causas:
por una parte puede ser considerado como factor importante la presión económica
ejercida por el rearme auspiciado durante el primer período de Ronald Reagan y
por otra las transformaciones internas experimentadas por la Unión Soviética
durante el proceso de reformas emprendidas por Mijaíl Gorvachov. No obstante,
el factor fundamental, estuvo dado por los efectos concretos que provocaron las
reformas aplicadas en la URSS durante la década de los `80: Éstas no lograron
reactivar la alicaída economía soviética y a la vez contribuyeron a destruir el
sustento político e ideológico del régimen soviético.
Ahora bien, el largo periodo de enfrentamientos sostenido entre EEUU y la URSS
provocó que hacia mediados de la década de 1980, la Unión Soviética se viera
enfrentada al desgaste y la asfixia suscitados por una carrera de armamentos
que había consumido sus recursos económicos durante décadas. Ante tal
situación, el último de los líderes soviéticos, Mijael Gorvachov, emprendió un
profundo programa de reformas, conocido como Perestroika (reestructuración) y
Glasnost (transparencia). Pero la URSS no logró sobrevivir a los planes de
reformas. La Perestroika y la Glasnost esperaban dar una respuesta a los
múltiples problemas que aquejaban al sistema soviético, pero mientras más
duraba el proceso de reforma, más demostraba su ineficacia.
A partir de 1987 comienza a ser
una realidad la necesidad de una reforma radical de la economía. En la reunión
Plenaria del Comité Central del PCUS en junio de 1987 se adoptaron los
“principios de reestructuración radical de la gestión económica”. A partir
de estas políticas, la planificación fue reemplazada por mecanismos de
desarrollo auto sostenido, es decir, se crearon mecanismos que entregaron
autonomía de gestión a las empresas soviéticas, además de un circuito de
incentivos a la productividad, con ello la Perestroika trató de hacer eficiente
y competitivo el grupo de empresas estatales. Desde ese momento se esperaba que
las empresas se dirigieran según el principio de que la producción debe cubrir
los costes, junto con el hecho de que las empresas debían financiar sus
actividades sin subsidios gubernamentales. Por otra parte, uno de los primeros
pasos legislativos de la Perestroika también estuvo dado por la ley sobre
trabajo individual (noviembre de 1986), dirigida a estimular la iniciativa de
los individuos para realizar una serie de actividades económicas ligadas al
sector de pequeños servicios. Como señala Rafael Aracil, se esperaba que
estos cambios estimularan a las empresas soviéticas para que se volvieran
competitivas y se alcanzaran así los objetivos propuestos por la Perestroika.
Desde el punto de vista político, la Perestroika contemplaba una
reestructuración tendente a democratizar la Unión Soviética. Respecto de este
punto, en su libro Perestroika, Gorvachov afirma:
“Estamos firmemente convencidos de que solamente a través del
desarrollo constante de formas democráticas intrínsecas al socialismo y a
través de la expansión del autogobierno, podemos hacer progresos en la
producción, la ciencia y la tecnología, la cultura y el arte y en todas las
esferas sociales… la perestroika misma solo puede alcanzarse a través de la democracia…
al obtener libertades democráticas, las masas trabajadoras llegan al poder… la
reestructuración radical y completa también debe desarrollar el potencial total
de la democracia.”
Ahora bien, en el ámbito
internacional, la postura de Gorbachov fue más allá de un mero repliegue
táctico. La Perestroika contemplaba la apertura total a occidente, a través de
la adopción de una nueva política exterior que buscaba el entendimiento y el
fin de las tensiones. Consciente de la imposibilidad de conjugar la Guerra Fría
y la solución de los graves problemas que aquejaban a la economía y la sociedad
soviética, el líder soviético, proclamó en el XXVII Congreso del PCUS en 1986
lo que denominó un “nuevo pensamiento político”: el nuevo mundo se
caracterizaba por la “interdependencia global”, en adelante, había que
olvidarse de la lógica de la Guerra Fría y buscar la cooperación y el consenso
en la dirección de las relaciones internacionales. Se trataba de buscar “una
acción recíproca, constructiva y creador al mismo tiempo… para impedir la
catástrofe nuclear y para que la civilización pueda sobrevivir”. Del mismo
modo, esta idea la expresa con claridad en su libro Perestroika (1987):
“Desde luego, seguirá habiendo
distinciones. Pero, ¿debemos entablar un duelo por su causa? ¿No sería mejor
pasar sobre las cosas que nos dividen, en nombre del interés de toda la
humanidad, en nombre de la vida en la tierra? Hemos hecho nuestra elección,
afirmado nuestra visión política, a la vez mediante declaraciones y mediante
acciones y hechos específicos. La gente está cansada de tanta tensión y
enfrentamiento. Prefiere buscar un mundo más seguro y confiable, un mundo en
que cada quien conservará sus propias opiniones filosóficas, políticas e
ideológicas, y su modo de vida.”
Desde esta perspectiva, la URSS se preparaba para un gran
repliegue, tanto en su competencia con los EE.UU. como en los compromisos
internacionales que había ido adquiriendo a lo largo de la Guerra Fría. Al
constatar la realidad de la situación soviética, Gorvachov se dio cuenta de la
necesidad de reducir las obligaciones en el Tercer Mundo y evitar contraer
nuevos compromisos. Decidió reducir la ayuda soviética a las fuerzas marxistas
en Nicaragua, Camboya, Angola y Etiopía, así como poner fin a la costosa
intervención militar en Afganistán. En efecto, a fines de 1988, la URSS de Mijaíl
Gorvachov se había desecho ampliamente de los conflictos que sostenía en los
distintos continentes.
Gorvachov intentó superar
los problemas aplicando un amplio programa de reformas conocidos como Glasnost
y Perestrika. No obstante, el líder soviético no logró sus objetivos, pues como
señala Henry Kissinger, mientras más duraba la Perestroika y la Glasnost, más
aislado quedaba y más confianza perdía. Cada reforma resultó una medida a
medias que aceleró la decadencia soviética. En el intento por reformar el
comunismo, y en particular su esfuerzo por instituir una democracia limitada
tanto en la Europa del Este como en la Unión Soviética, permitió que los
críticos del comunismo negaran su legitimidad. Desde esta perspectiva, una vez
que fue abandonado el comunismo, que era el aglutinante que mantenía unido al
imperio soviético, tanto los países de Europa del Este como las repúblicas que
constituían la Unión Soviética aprovecharon la oportunidad para seguir su
propio camino.
Ante este panorama, la
presión norteamericana viene a sumarse a todos los problemas internos de la
Unión Soviética, pero no es en sí la causa primaria del colapso de la
URSS. En este punto debemos señalar que los objetivos declarados del gobierno
de Ronald Reagan fueron utilizar la carrera de armamentos para someter la
economía soviética a una presión que la llevase a la quiebra. En sus memorias
Reagan afirma: “me proponía hacer saber a
los soviéticos que íbamos a gastar lo que hubiera que gastar para llevarle la
delantera en la carrera de armamentos”. No obstante, como señala Hobsbawm,
no fue la cruzada emprendida por Reagan, contra lo que él llamaba “Imperio del
Mal”, la que produjo el colapso soviético, fueron los propagandistas
norteamericanos los que afirmaron que su caída se había debido a una activa
campaña de acoso y derribo. “Pero no hay
la menor señal de que el gobierno de los Estados Unidos contemplara el
hundimiento inminente de la URSS o de que estuviera preparado para ello llegado
el momento. Si bien tenían la esperanza de poner en aprieto a la economía
soviética, el gobierno norteamericano había sido informado, erróneamente por
sus propios servicios de inteligencia de que la URSS se encontraba en buena
forma y con capacidad de mantener la carrera de armamentos. A principios de los
ochenta, todavía se creía que la URSS estaba librado una firme ofensiva
global”.
EXTRACTO: tesis de pregrado Henríquez, Orrego, Ana, Propuesta Didáctica
para
la enseñanza de la Guerra Fría, PUCV, Viña del Mar, 2005.
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